Goya I: Corto de animación
Publicado por quillo_3jueves, 11 de febrero de 2010 - 6 Comentarios
Margarita, pincha aquí.
Espero que os gusten tanto como a mí.
Pd: la siguiente entrada sí será para dar mi quiniela.
Satanás, al servicio del KGB
Publicado por quillo_3lunes, 8 de febrero de 2010 - 3 Comentarios
Christopher Lee disfrutando de un pacharán en "La novia del Diablo".
Hace unas semanas se editó en DVD La novia del Diablo (The Devil rides out), una joya de la productora británica Hammer que, para muchos, servirá para oír hablar por primera vez del escritor inglés Dennis Wheatley (1897-1977). Prácticamente desconocido en España (no llegan a diez las novelas suyas traducidas al castellano, aunque escribió más de 50 y vendió cerca de 20 millones de ejemplares) fue, sin duda, el creador de la imagen popular del satanismo y de todos los tópicos que rodean el mundillo de los adoradores del malísimo.
La novia del Diablo es un auténtica delicatessen que cautivará a los amantes del terror de serie B, y cuenta con el aval de Terence Fisher en la dirección y un excelente guión del mítico escritor Richard Matheson. En su época (1968) la película fue un relativo fracaso de taquilla, y no sirvió de nada que en EEUU cambiaran el título original ('El diablo cabalga') para que la gente no se pensara que era un western. El demonio del cartel debería haber sido pista suficiente, más que nada por que en la película la famosa novia ni está ni se le espera.
Vista ahora, se nota el esfuerzo que hizo la productora por dar el do de pecho y no extraña que su protagonista Christopher Lee (que luce un enigmático bigote de chino y se pasa todo el rato con cara de preocupado) la considerase la mejor de cuantas hizo para la Hammer.
La película es un no parar en el que el Conde de Richleau y su fiel Rex van Ryn, tienen que salvar a un amigo de las garras de una secta satánica. Cómo será de terrorífica la película que a los diez minutos ya tienen que impedir el ritual cuyo nombre hiela la sangre al más valiente y hace que, de sólo recordarlo, me tiemblen las manos y escriba en cursiva: ¡el sacrificio de la gallina blanca y el gallo negro!, que hace que Satanás se manifieste antes que si le hubieran invitado a una raya.
¿Tiene esto pinta de ser un 'western'?
Así, a la carrera, Richleau y los suyos se las ven con los adoradores del pérfido Mocata (otro escalofrío me ha recorrido el cuerpo al mentar su nombre). Con lo que no cuentan esos villanos es que el conde lo mismo te rompe un maleficio que te tunea la cara de un sopapo y no les teme. En total, hora y media de estética camp y una entrañable sobredosis de tópicos ocultistas.
Aunque Wheatley tocó varios géneros literarios y era un experto en historia y política, su gloria le viene sobre todo de sus novelas sobre ocultismo (donde pocas veces faltaban las sectas satánicas), un tema en el que se le consideraba un experto. Aunque es cierto que se documentaba mucho, el problema era cómo se documentaba. Nunca hizo caso a nadie que no incluyera el sacrificio de una virgen en su discurso. Su libro ‘serio’ sobre el tema, The Devil and all his works (El diablo y todas sus obras) no es más que una sucesión de lugares comunes y fantasías al que ningún estudioso serio le dedica más de un minuto.
Sobre la veracidad de sus descripciones, basta recordar de quién obtenía sus datos: Eric Gordon Tombe (editor y estafador convicto), Montague Summers (sacerdote pedófilo obsesionado con el ocultismo), Rollo Ahmed (mago negro que decía haber perdido los piños invocando a un demonio)...Como para fiarse.
En The Devil and all his works Wheatley presentó como real toda la fanfarria que había utilizado en sus novelas: rituales con túnicas, drogas, control mental, sacrificios de animales, símbolos esotéricos de cualquier tipo y, sobre todo, creó el mito de que las sectas satánicas estaban integradas por destacados miembros de la alta sociedad y la política que, de tanto en cuanto, se unían para montarse una orgía y, ya que estaban, realizar algún tipo de sacrificio humano.
En 1994, cuando la antropóloga Jean de Fontaine –una de las mejores expertas en el llamado Síndrome de Abuso Satánico- quiso explicar en su informe para el ministerio británico de sanidad de dónde sacaban las presuntas víctimas del maligno todas sus fantasías, no pudo evitar señalar los libros de Wheatley como principal fuente de inspiración.
Una típica imagen del escritor británico Dennis Wheatley
Wheatley fue siempre un tipo bastante conservador. Antes de la II Guerra Mundial mostró incluso cierta simpatía por el emergente movimiento nazi, sobre todo por su profundo anticomunismo, aunque repudiaba su antisemitismo. En sus relatos solía incluir algunas referencias en las que pintaba al pobre Santanás (que siempre acababa pillando) como uno de los principales agentes de Moscú en occidente, como destacó su biógrafo Phill Baker en un excelente artículo para Fortean Times.
Aunque apenas quedan rastros de su obsesión en versión cinematográfica de La novia del Diablo, en el libro acusa a Rasputín de ser un lacayo del maligno y de haber sido el instigador de la I Guerra Mundial (quería dominar el mundo para instaurar su culto). En otro momento de la novela, el conde de Richleau observa con astucia la alegría con la que los parias de la tierra celebran el día del trabajo el 1 de mayo. Luego le apunta a su fiel van Ryn que no es casualidad que el 30 de abril por la noche se celebre la terrible noche de Walpurgis, la madre de todos los aquelarres. Blanco y en botella…
Comunismo y satanismo, como Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, eran para él dos caras de la misma moneda. En The haunting of Toby Jugg, la Guerra Fría no es más que una pantalla tras la que Satanás oculta sus ansias de conquista mundial; en To the Devil – a daughter, el maligno está detrás del movimiento pacifista y en The satanist, son los sindicatos los que le rinden culto.
No está de más recordar que el escritor trabajó durante años para el MI5. Allí participó en el plan para hacer creer a los nazis que la invasión de Normandía era una maniobra de distracción e inspiró a su amigo Ian Fleming (el padre del 007) el personaje de 'M'. Además, dedicó parte de su tiempo a escribir propaganda anti-comunista. Pero si utilizó sus novelas para ese mismo fin fue motu proprio y no un encargo de los sevicios secretos.
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